Como todo aquel que alguna vez ha sido hábilmente
sodomizado, el sexo anal –al menos para los dotados de próstata- es el mejor
invento desde el pan de caja. Los hombres correctos han descubierto
recientemente el “masaje de próstata” o “la estimulación de próstata”.
De acuerdo al fabricante de juguetes sexuales entrevistado
para este artículo, los dildos con correa han sido el producto más vendido en
los últimos cinco años. Para cada chico que tiene los huevos (nunca mejor
dicho) de probar, significa ¡toda una experiencia! Es verdaderamente
impresionante si se hace bien.
Reconozco que la política y filosofía de la penetración anal
femenina son más complicadas, por lo que las voy a dejar a un lado por ahora.
Es por el hombre pasivo y la revolución “de abajo hacia arriba” por lo que me
voy a ocupar a partir de aquí.
Es por supuesto, mucho más que una revolución sexual. Por
siglos, la penetración entre hombres fue condenada. La sodomía era considerada
como malvada, no por una preocupación religiosa real, sino porque se supone
denigraba la rectitud del hombre en una sociedad tradicional.
Aún hoy en día, algunas figuras religiosas conservan la
visión arcaica de que el hombre activo es dominante, fértil y honorable,
mientras que el pasivo es sumiso, infértil y vergonzoso. Esta visión es una
reflexión de actitudes hacia la mujer tanto como hacia una reliquia en la época
romana. La prohibición bíblica de la diversión del culo está basada en su
mayoría en las vivencias de un apóstol en Roma, en donde estas actitudes eran la
norma. Los romanos podían sodomizar a los no romanos (esclavos y no
ciudadanos), pero no podían fornicar con un ciudadano romano porque era
considerado degradante, y por tanto, perseguido por la ley.
Por siglos, la inviolabilidad del trasero del hombre era un
símbolo de integridad y rectitud. Esta postura no era de extrañarse en el
contexto de una sociedad marcial que valoraba más a sus guerreros que a sus
filósofos. Aún en Grecia, en su época dorada, famosa por su tolerancia a las
relaciones entre hombres, las cosas no eran como parecían. También los griegos
tenían actitudes sexuales basadas en la victoria y el sometimiento, en el
dominante y el dominado, más que en el amor entre iguales como ahora lo
argumentamos en el debate sobre matrimonio.
Muchos países no condenan en sí a la homosexualidad, lo que
persiguen es el acto de penetración entre hombres. Irán, Arabia Saudita y otros
países todavía siguen atrapados en pensamientos míticos que encarcelan,
cuelgan, lapidan y condenan a muerte a los hombres que copulan entre ellos,
porque es el acto el que constituye el delito, y no en sí los afectos.
¿Por qué entonces, está herméticamente cerrado “el ojo de
bronce” (utilizando el dulce término propuesto por Jean Genet), si ya no es
primordial en la cultura moderna? ¿Cuándo exactamente fue dejado atrás dicho
tabú? ¿Por qué incluso los chicos correctos están descubriendo el placer en el
túnel trasero sin sentir pena?
Las razones son muchas y van desde la secularización en
general de la sociedad y la descriminalización de la homosexualidad hasta el
reconocimiento de los derechos de las mujeres. Las fuerzas de la razón han
trabajado en conjunto para remover no solamente el estigma del sexo gay, sino
también la cerradura de la puerta trasera. Estas fuerzas han sido parte de la
desmilitarización de nuestro mundo occidental.
Los conceptos grecorromanos de que el “ganador sodomiza a
todos” ya no aplican en un mundo que ya no se distingue por clases militares.
Ser pasivo ya no es denigrante. De hecho, la idea de que el penetrado es
forzosamente pasivo está desapareciendo para bien. Como cualquiera te lo puede
decir, es difícil complacer a tu hombre o mujer, utilizando un dildo con
correa.
Incidentalmente, la experiencia conservadora de repulsión de
las mujeres, cuando se trata el tema, también tiene sus raíces en la aceptación
de su función bíblica. El hombre penetrado deja a un lado su rol. En una
sociedad tradicional, las mujeres son consideradas como ciudadanas de segunda.
Un hombre que asume un rol pasivo por elección más que por nacimiento,
seguramente será considerado inferior a una mujer. La homofobia entre mujeres
pobres y analfabetas es común en países donde todavía predominan los ideales
del “guerrero”.
Por ejemplo, en la India, todavía existe una casta de
hombres homosexuales. Ellos también tienen un amplio rol social en el mundo
árabe. Muchos hombres árabes tienen sus primeras experiencias sexuales con
otros chicos, chicos que aún no se convierten en hombres. Tan pronto como esos
chicos se convierten en hombres (en tiempos ancestrales mediante las muestras
de valor en el campo de batalla u otros rituales de adultez; hoy en día
mediante el matrimonio) su “ojo de bronce” debe estar fuera de los límites.
Los esclavos sexuales en las sociedades árabes, incluyen un
gran número de chicos importados, a menudo secuestrados. La diferenciación
entre chico y hombre es crucial y tiene eco en los mismos conceptos de guerra
en los que se basaban los romanos. Estar en condiciones de combatir significa
no más penetraciones (por ejemplo, piercings en el cuerpo, heridas y muerte).
Todos estos conceptos están desapareciendo afortunadamente
con la feminización del mundo occidental. Así debe ser, porque con su
desaparición, también se eliminan todas las formas de violencia sexual,
incluida la violación. Si la sodomización es parte de nuestro repertorio sexual
libre de culpa, ya no es una amenaza a la masculinidad, el valor, o el honor.
Las actitudes relajadas hacia el túnel de chocolate se han
convertido en la obsesión de los clérigos en el mundo árabe y en la mayor
preocupación de los sectores conservadores en América. No pondré links a
sus páginas de internet, porque no deseo hacerles más publicidad de la que ya
tienen, pero varios sitios web en América denuncian las corrosivas actitudes de
“los fondos de poder” y las cualidades amenazadoras del sexo anal. La sodomía
es equiparada a las cosas del diablo, jugando en las dicotomías religiosas de
lo bueno y lo malo o lo oscuro y lo iluminado, que la gente religiosa tanto
aprecia.
Últimamente, la prohibición del sexo anal, no tiene nada que
ver con la palabra de Dios o con algún concepto religioso. Es un asunto
político. Las sociedades y las culturas obsesionadas con la prohibición del
sexo anal son invariablemente injustas hacia las mujeres también. Su principal
argumento tiene como base la “utilidad” del sexo, esto es que el sexo sólo es
una herramienta de procreación. Limitar al sexo a un acto de procreación,
también limita a la mujer a una función social como en los tiempos bíblicos. No
retrocedamos en el tiempo. Nos ha tomado mucho tiempo liberarnos de esas
ridículas convenciones.
Mi respuesta a los temerosos, los religiosos y los
impenetrables es: reclínense, tomen un respiro profundo y disfruten la
cabalgata.
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